La ruptura de una organización delictiva ocasiona que se desate toda una barbarie en Machala, en especial en su parroquia Puerto Bolívar, desde donde, la escalada de violencia, avanza de forma inconmensurable por El Guabo y hasta Pasaje.

La ruptura de una organización delictiva ocasiona que se desate toda una barbarie en Machala, en especial en su parroquia Puerto Bolívar, desde donde, la escalada de violencia, avanza de forma inconmensurable por El Guabo y hasta Pasaje. El derramamiento de sangre no cesa. De hecho, conforme avanzan los días se radicaliza más esta guerra que tiene a 700 mil orenses en medio. No hay respuestas de ninguna índole. Ni de las autoridades policiales, ni judiciales, ni administrativas, ni políticas. Nada de eso hay. Pero sobran los discursos vacíos, la búsqueda de responsabilidades en terceros, la resignación a decir que esto no va a cambiar.
Esta espiral violenta, como suele ocurrir en casos de esta naturaleza, aumenta de proporción. Empezamos con las muertes selectivas, esporádicas, imperceptibles y reducidas al discurso del ajuste de cuentas; pero ante la inobservancia y quemeimportismo para tomar las acciones que corresponden, la violencia aumentó. Ya no fueron esporádicas, más bien llegaron más seguidas, y después, en combo, de dos en dos, de tres en tres. Y ahora, entre las bandas ya no matan solo de forma selectiva, sino que a mansalva, y entonces surgen estas consecuencias, que enlutan, que duelen, que lastiman, porque los abatidos son cada vez más cercanos, y a estas alturas ya ni siquiera preocupan las causas, porque se ha normalizado la violencia, porque disparar un arma se ha tornado rutinario, pero, sobre todo, nos hemos acostumbrado a que al final del día no pasa nada. Nadie quiere acabar con el status quo, porque mientras no se metan con ellos, ellos no se meterán con el poder de turno.
Esta ola incontrolable se desata mucho antes de iniciar la campaña electoral, por tanto, lejos está de atribuírsela a cálculos políticos, un discurso desgastado, tan trillado que a estas alturas ya no es creíble, en especial porque pese a todo, la violencia continúa, lo que denota que el real problema, que es el narcotráfico, no ha sido combatido. Y las mafias delictivas recurren a otras actividades como la minería, por citar un ejemplo, para lavar el dinero marcado.
Si entonces no van a hacer nada para frenar la barbarie, es momento de que los ciudadanos actuemos, a través de nuestra única arma en democracia, la más efectiva: el voto.
