Las autoridades en El Oro quieren hacernos creer que todo está bien. Antes dijeron que eran falsas las amenazas que circulaban en los panfletos en los que se mencionaba que iban a existir atentados armados contra estudiantes.

Las autoridades en El Oro quieren hacernos creer que todo está bien. Antes dijeron que eran falsas las amenazas que circulaban en los panfletos en los que se mencionaba que iban a existir atentados armados contra estudiantes. Hoy vemos que tan falso no resultó ser. Y ahora dicen que no ocurre nada dentro de los planteles y todo es afuera por hechos específicos contra adolescentes reclutados por organizaciones delictivas.
Partamos del hecho de que no deben haber niños en bandas. Pero los hay. Entonces el Estado debe aparecer para dar seguimiento constante y dar respuestas y soluciones para precautelar la integridad de ese niño, niña o adolescente. Si los DECE detectan un estudiante con bajo rendimiento académico, y que al buscar causas hallan que consume droga, o que pertenece a bandas, debe profundizar. Es verdad que tienen protocolos, pero esta problemática no solo amerita un manual de funciones para saber qué hacer, sino, procurar que lo que se hace dé resultados.
Si la causa primaria es un hogar disfuncional, pues el Estado debe trabajar en ese hogar. Si parte de esa disfuncionalidad es la pobreza, pues buscar alternativas para que ese padre o esa madre tenga un trabajo que le permita sustentar su hogar.
Si el Estado es indiferente a todo lo que acontece desde los niños, niñas y adolescentes, pues el resultado lo observamos ahora. Primero, las generaciones perdidas por la drogadicción y ahora, esos niños, niñas y adolescentes, inmiscuidos en temas de microtráfico en organizaciones delictivas. Niños sicarios a los cuales hay que rescatar. No podemos bajar los brazos, es momento de actuar de forma firme y decidida, porque como padres también tenemos un alto grado de responsabilidad, saber con quién dialoga nuestro hijo o hija, quiénes son sus amigos, cuál es su entorno, cómo marcha su rendimiento académico y conductual en los planteles. Y a su vez, generar redes de apoyo en cada aula, con los demás padres de familia, para aunar esfuerzos, y salir adelante por nuestros hijos. De nada vale quedarnos en lamentaciones, cuando el factor diferenciador lo podemos generar cada uno de nosotros desde nuestros hogares, con acciones específicas al interior de cada familia. Si ya sabemos que a las autoridades se les dificulta darnos bienestar, ¿para qué seguir esperanzados de ellos?
