En Machala fue asesinado un servidor policial. Otro más. Pero en esta ocasión no fue por estar en cumplimiento de su deber, por enfrentar a delincuentes, ni mucho menos. El uniformado acribillado fue un nóvel gendarme que empezaba a dar sus primeros pasos, pero, hay elementos que llaman la atención alrededor de este crimen. El primer acontecimiento extraño es que libaba acompañado de unos jóvenes, entre ellos, una menor de edad, en un espacio público, al pie de una escuela, un domingo en la noche, cuando se supone que está prohibida la comercialización de alcohol, pero compraron las bebidas en una licorería de la calle Diez de Agosto. Además, él sabía que lo iban a perseguir, por eso, tenía su chaleco y su arma de dotación en el portamaletas de su vehículo, algo que la normativa que los rige les prohíbe, pues se supone que no estaba en servicio, sino libre, o franco, como ellos lo denominan a su día de asueto. Según lo que se desprende de las investigaciones iniciales, el joven policía estaba inquieto y pedía a alguien más que le avise si observaba algo extraño. Él sabía que lo querían matar.
El ministerio del Interior, y de forma particular la señora ministra, Mónica Palencia, debe explicarle al país por qué un policía libaba en espacio público un día prohibido, por qué portaba su arma y su chaleco. Además, ¿por qué estaba amenazado? ¿Era por el cumplimiento de su labor como uniformado?, o por razones ajenas a la naturaleza de sus funciones.
Esta muerte, que es lamentable como todas las demás, bien podría representar el inicio de una investigación exhaustiva al interior de tan noble institución como es nuestra Policía Nacional, a fin de depurar sus filas y deshacerse, a tiempo de los malos elementos que aprovechan su condición que les permite acceder a información privilegiada para darle un uso inapropiado.
Si no se depura de malos elementos a la institución policial, lamentablemente, toda la entidad será observada con recelo por parte de la colectividad. Solo es cuestión de observar los estudios de opinión en torno a la confiabilidad de la ciudadanía en las instituciones del país y son los policías los de menor credibilidad y confianza entre los ecuatorianos. Por eso hay que depurar, corregir y recuperar la confianza ciudadana.