En medio de este estiaje ocurren una serie de hechos que pone en relieve el escaso interés que ponen las autoridades por buscar reales soluciones al problema, pero, sobre todo, la nula empatía con la colectividad.
El anuncio gubernamental de nuevos apagones previstos para la próxima semana en la Asamblea Nacional fue sinónimo de burla. Mientras para el heladero, el comerciante de mariscos, cárnicos, el panificador y demás ciudadanos humildes que necesitan de la electricidad para generar una fuente de ingreso para sus familias, la noticia de nuevos apagones es poco menos que una auténtica tragedia; para los asambleístas ecuatorianos la noticia fue motivo de mofa. Y es que cuando debieron hacer algo desde el Legislativo, como por ejemplo, fiscalizar la gestión de Andrea Arrobo, no lo hicieron. Ahora solo se burlan. No dan para más.
Los gremios sí han expuesto su preocupación. Y son necesarias acciones contundentes que permitan reducir el impacto de este estiaje. La llegada de más barcazas ayuda y, es probable, que no se extiendan los apagones más tiempo de lo anunciado.
Todas las soluciones que surjan hoy serán tardías, aunque eso no reste lo necesario que resulte. ¿Fiscalizaron la ejecución presupuestaria en el Ministerio de Energía?, ¿Llamaron la atención del presidente Noboa y sus ministros por la falta de mantenimiento oportuno a las hidroeléctricas?, ¿Fiscalizaron los reiterados procesos fallidos de licitación del campo Amistad? Si no hicieron nada de eso los asambleístas, ¿qué cara tienen para burlarse de la tragedia del Ecuador?
El Ecuador tiene problemas profundos, serios y graves, que cuestan vidas. Es inhumano que quienes dicen representar a los ciudadanos, utilicen sus cargos para mofarse de la tragedia nacional, en lugar de ejecutar acciones que motiven un proceso transformador en nuestro país. Los apagones no son motivo de burla, como tampoco lo es la crisis de seguridad que atravesamos. Lamentablemente, no se puede esperar más de semianalfabetos representantes ciudadanos que con las completas y atinan a leer discursos, mientras pasan sus horas calentando el asiento en sus curules declarando el día del gammer o declaratorias inoficiosas, como la de benemérito a los cuerpos de bomberos, cuando las prioridades del país son otras. Es evidente que no están en sintonía con sus mandantes.