Ecuador sufre las consecuencias de políticas extractivistas sin planes de reparación ambiental acorde con el daño generado.
Ecuador sufre las consecuencias de políticas extractivistas sin planes de reparación ambiental acorde con el daño generado. La sequía y los incendios forestales tienen que ver de forma directa con la tala indiscriminada de árboles para las distintas actividades como la exploración de nuevos campos petroleros, la obtención de madera, la minería legal e ilegal, las concesiones camaroneras, entre otros.
Es lamentable que a lo largo de los años no hubo un control adecuado para frenar las actividades ilícitas como, por ejemplo, la minería, que, a diferencia de similar actividad bajo el marco legal, no requiere de licencia ambiental porque, en efecto, actúa al margen de la Ley. Por tanto, no hay siembra de árboles por cada árbol talado.
Pero esta reforestación no solo debe llegar por parte del concesionario del recurso explotado, sino, también, por parte del Estado. Hay un déficit gigante de árboles en el país que supera el 70 %, con relación a la densidad poblacional, para cumplir con los estándares internacionales y es al Estado al que le corresponde diseñar políticas públicas transversales que involucren a cada nivel de gobierno con acciones firmes para conservar nuestros ríos mediante el cuidado y siembra de árboles, así como la preservación de nuestros recursos naturales, porque el deber no es solo del Ministerio de Ambiente, sino también de las prefecturas y municipios.
No tenemos campañas de cuidado de afluentes, de evitar arrojar basura al mar, quebradas o al río, no tenemos una campaña de cuidado y ahorro de agua potable o energía, peor incentivos a sembrar árboles en nuestros hogares. Es como si no les importara.
Esa desidia se traduce hoy en la proliferación de incendios forestales en el país, en la sequía de niveles “bíblicos”, según las palabras del presidente, Daniel Noboa, lo cual se refleja en los apagones. Mientras menos árboles, más caliente el planeta. A todos nos duele ver Quito arder en llamas. Bien podríamos empezar desde nuestros hogares, con acciones sencillas como ahorrar energía, agua potable, así como el reciclaje, que pueden provocar grandes cambios para beneficio de las futuras generaciones.