El Ecuador atraviesa problemas que están afectando a su economía. A la inseguridad y las extorsiones que han deteriorado gravemente el ambiente comercial, ahora se suma una crisis energética marcada por apagones prolongados. Estos cortes de luz han venido a agravar la ya precaria situación económica, especialmente para los pequeños negocios, cuyos ingresos dependen de un suministro eléctrico constante.
En Machala, los comerciantes están afectados por la situación. Mientras algunos pueden permitirse la adquisición de generadores eléctricos, otros no tienen esa posibilidad y se ven obligados a cerrar sus negocios durante horas en las que la luz se va. Para la señora que vive de vender batidos o el peluquero que ahora debe esperar hasta seis horas sin trabajar, las pérdidas diarias pueden alcanzar hasta un 60% de sus ingresos diarios.
Las cámaras de Industria y Comercio han estimado que el país está perdiendo hasta 12 millones de dólares por horas debido a estos apagones. Sin embargo, más allá de las cifras económicas, está el costo humano. Los pequeños comerciantes, las familias que dependen de un ingreso diario, están siendo gravemente afectados.
A esta difícil realidad se suma la inconsistencia en los horarios de los apagones. En Machala, por ejemplo, los ciudadanos reportan que los cortes de luz no se han realizado conforme a los horarios anunciados, generando más desorganización. Quienes habían planeado sus actividades en torno a los cronogramas oficiales se vieron sorprendidos por los repentinos apagones fuera de los horarios programados.
El gobierno de Daniel Noboa ha explicado que esta crisis se debe, en gran parte, a la sequía, lo que ha afectado la capacidad de generación eléctrica del país. Sin embargo, esta explicación no mitiga el impacto que los ciudadanos están sufriendo. Las soluciones parecen aún lejanas, y mientras tanto, el país se tambalea entre la inseguridad y la falta de luz.
La sensación generalizada entre los ciudadanos de Machala es clara: “Este pueblo ya no aguanta más”. Las voces de quienes luchan cada día para mantener sus negocios a flote son un grito de auxilio que necesita ser escuchado. El Ecuador no puede permitirse que su población, ya golpeada por la violencia y la extorsión, ahora sea también víctima de la ineficiencia en la gestión de la crisis energética.