Alcides Espinoza Ramírez
Empobrecimiento continuo o pauperización, es tragedia forjada en las últimas décadas, instalándose en la vida de individuos, familias y determinadas comunidades. También, como si estuviésemos en el incontenible rodar hacia el precipicio de condiciones precarias, a la generalización de naciones, regiones, continentes y hasta de toda la humanidad, exceptuando privilegiadas elites de malsanos poderes.
Las evidencias principales se manifiestan en la real inflación que minimiza la posibilidad adquisitiva del dinero; en el deterioro de las capacidades productivas; en la crisis sin precedentes de las empresas y de todo tipo de organizaciones; en la infructuosa búsqueda de inversiones; en los incrementos tributarios jamás revertidos en eficacia y eficiencia de los servicios públicos por demás onerosos; y, en una inocultable recesión, entre muchas otras.
Todo ello, afectando a los derechos humanos, extinguiendo cualquier oportunidad de reivindicar educación y salud; imponiendo crueles acciones de corrupción y crimen; transformando política en falacias y enriquecimiento; contaminando consciencias para gestar monstruosidades de conformismo, indiferencia y complicidad.
Las causas ya no radican en la voracidad del capitalismo ni en los drásticos métodos del cosocialismo, sino en todo cuanto se va acumulando, en nuestro caso, desde antes de la República y agudizada en los sinuosos caminos de tantos gobiernos costosos.
Las esperanzas de mejorar han desaparecido y no retornan ni retornarán con demagogia, populismo ni escogidas estrategias de distracción o entretenimiento. La desconfianza, el miedo y la rabia contenida crecen a cada instante y arden con los combustibles del terror.
Urge, por tanto, apelar a la consciencia del Ser reconociendo su ingrediente humanista y las aptitudes desarrolladas a través de la existencia, cualesquiera edades que fueres, a fin de anteponer inteligencia, solidaridad, empatía y acciones socialmente útiles, contribuyendo así a crear o restaurar niveles satisfactorios de competitividad, eficiencia, honestidad, convivencia y dignidad.
Evitar caer en el hoyo profundo de la miseria y no poder sacar ni siquiera la cabeza es el reto de la historia que corresponde legar a las futuras generaciones.