¿En qué nos concentramos a observar, cuestionar, atizar y, por qué no, accionar a fin de evitar que los vivarachos de costumbre se lo alcen el peso? En Ecuador existen múltiples frentes en paralelo que están abiertos y al mínimo descuido asoman los de costumbre para extender sus garras y contaminarlo todo.
El primer frente abierto tiene que ver con la conformación de la Corte Nacional de Justicia, un cuestionado concurso que, sin embargo, avanza como si nada, casi que en puntillas para que nadie se de cuenta de lo que ahí ocurre, en medio del silencio cómplice de los colegios de abogados y las cuasi inexistentes veedurías ciudadanas, que, juntos, apenas y atinan a cuidar sus propios intereses creados.
Pero mientras avanza ese proceso, en marcha está la renovación parcial de la Corte Constitucional, otro proceso del que la mayoría de los ecuatorianos no advierte su desenlace, y quizá hasta ni sepan la trascendencia de esta estructuración, más aún si los que ahora aparecen en las preferencias electorales anuncian plebiscitos constituyentes, que deben pasar por el visto bueno de la Corte máxima.
En el entresijo está la renovación parcial del Consejo Nacional Electoral, en medio de un proceso democrático que avanza mientras siguen emanándose la ola de noticias falsas. La más reciente, una bochornosa transmisión en vivo por redes sociales del expresidente Rafael Correa para lanzar lodo con ventilador, como suele ser su costumbre, contra la fiscal general del Estado, quien respondió. Y es que ese es otro escollo que los ciudadanos deben tener especial cuidado: qué es real y qué es falso en la era de la posverdad, más aún en medio de una precampaña electoral, con inteligencia artificial, redes sociales, voces montadas, y demás triquiñuelas propias de los inescrupulosos que se valen de lo que sea para desacreditar al adversario político.
En medio de esos dimes y diretes está el país, sumergido en una profunda crisis energética causada, sobre todo, por la falta de planificación de los gobiernos de turno; además de la crisis económica y social, como consecuencia de lo anterior. Nadie quiere vivir así, y quizá todos quieren que el futuro sea mejor, pero para llegar a un futuro mejor, es momento de preocuparse en serio por lo que ocurre en el Ecuador y vigilar cada uno de estas instancias de decisiones que marcarán el destino de la nación.