El presidente Daniel Noboa, tomó la controversial decisión de suspender a Verónica Abad de la vicepresidencia, a través de un acuerdo ministerial extendido por el Ministerio de Trabajo.
A través del Decreto Ejecutivo 457, el primer mandatario designó a Sariha Moya como su vicepresidenta, pese a que aún sigue en el cargo Verónica Abad, quien no ha sido destituida, solo suspendida. En el mencionado decreto, el jefe de Estado le asigna funciones a la exsecretaria de Planificación y Desarrollo.
Está claro que el presidente Noboa está en la facultad de designar entre sus ministros a una vicepresidenta o vicepresidente, en caso de ausencia temporal de la segunda mandataria. En este caso, la ausencia obedece a una suspensión sin remuneración.Lo cuestionable es que sea un acuerdo ministerial el que suspenda del cargo a una autoridad elegida mediante el voto popular, tomando en consideración que por la jerarquía de su rango, es a la Asamblea Nacional el ente al que le corresponde sancionar.
El problema real es que el presidente Noboa se sale con la suya: se deshace de su incómoda vicepresidenta de forma temporal. Si se determinan incumplimientos o arrogaciones de funciones por esta sanción, la víctima será Ivonne Núñez, quien es la persona que suscribe el documento sancionatorio.
Hasta que la vicepresidenta Abad logre llevar el caso ante los órganos pertinentes y obtener un dictamen favorable, lo más probable es que ya hayan pasado las elecciones generales y el mandatario Noboa, hasta ese instante, ya ha logrado que el poder quede en manos de alguien de su confianza: Sariha Moya, quien recordemos, iba a ser ministra de Economía y Finanzas, pero por su juventud e inexperiencia, tuvo reparos el régimen ecuatoriano en su designación, por parte del Fondo Monetario Internacional, organismo que encaminaba un nuevo desembolso a ese país, que finalmente llegó por gestión presidencial y del ministro Juan Carlos Vega.
Lo que ocurre en Ecuador es grave. Se trata de un atropello al orden constituido, pero, en especial, queda la lección de que el presidente hace todo lo que esté a su alcance para lograr su objetivo personal. Eso sí, la misma diligencia y astucia no se observa en los temas importantes: crisis energética, inseguridad y narcotráfico. ¿Por qué?