En Ecuador, la crisis se siente en todos los niveles. Las empresas sufren, los emprendedores sufren, las familias en general sienten con fuerza el impacto de la crisis energética que se suma a las otras debilidades ya existentes en el Ecuador.
En Ecuador, la crisis se siente en todos los niveles. Las empresas sufren, los emprendedores sufren, las familias en general sienten con fuerza el impacto de la crisis energética que se suma a las otras debilidades ya existentes en el Ecuador y es deber del Estado no solo buscar soluciones inmediatas a los problemas que en la actualidad ocasionan todo esta presión social, sino, en especial, incorporar paliativos que busquen, sobre todo, conservar los empleos existentes, porque lo peor será que suban las cifras de desocupación que de por sí son preocupantes en nuestra república.
El primer paso debe lo debe dar el gobierno, a partir de reconocer que el sufrimiento es enorme entre los ecuatorianos, que la recesión es real, tan grave como lo indican los analistas, y, en especial, que no hay mecanismos de solución al corto plazo.
A las familias ecuatorianos no les llena la refrigeradora las felicitaciones del Fondo Monetario Internacional al ministro de Economía. Los ecuatorianos no comen tres veces al día con los diagnósticos y las predicciones del Banco Mundial. Por tanto, es el gobierno el único y absoluto responsable de lograr devolver la tranquilidad ciudadana en estos momentos de desasociego.
En lugar de pensar tanto si Verónica Abad se va o no se va a quedar en el poder, el presidente Daniel Noboa más bien debería generar un poco más de empatía con los ciudadanos que hoy sufren con los apagones, porque cada interrupción del fluido eléctrico les implica dejar de trabajar en unos casos, o hasta perder sus empleos en otros.
Así como el presidente Noboa le pide al sector empresarial de este país, y, sobre todo, la banca, un esfuerzo adicional en el marco del alivio financiero, en señal de empatía con los ciudadanos, por qué también no pide similar medida a los multilaterales a quienes el Ecuador les debe. Lo ideal sería que el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo, entre otros multilaterales, dejen de cobrar un par de letras de sus créditos al país, para que nuestra nación tenga oxígeno que vaya directo a preservar empleos y, en especial, paliar la crisis energética hasta que llueva. El país no aguanta más.