El Ecuador atraviesa una crisis energética sin precedentes, una crisis que no solo afecta a millones de ciudadanos, sino que está perjudicando a la economía nacional y la está llevando al borde del colapso.
El Ecuador atraviesa una crisis energética sin precedentes, una crisis que no solo afecta a millones de ciudadanos, sino que está perjudicando a la economía nacional y la está llevando al borde del colapso. Los constantes y prolongados apagones, que se han convertido en una rutina insoportable para hogares, empresas y sectores productivos, están sumiendo al país en una crisis. Los ecuatorianos no pueden más con el caos eléctrico que los afecta todos los días.
Los cortes de energía no solo generan incomodidad; van mucho más allá. Impiden que las personas puedan planificar su vida cotidiana. En un país donde la incertidumbre ya forma parte del día a día, los cortes de electricidad se convierten en un obstáculo adicional para el ejercicio de las actividades más básicas, desde el trabajo en casa hasta la posibilidad de operar un pequeño comercio o una gran empresa.
¿Qué hacer cuando no se puede confiar en que la energía llegará en el momento en que más se necesita? ¿Cómo planificar actividades, cumplir con las obligaciones laborales o incluso cuidar la salud de los más vulnerables, cuando el suministro eléctrico se convierte en una constante sorpresa negativa?.
La indignación crece cada día, especialmente cuando se observa que no existe un plan de acción claro ni soluciones a corto plazo. ¿Cuánto tiempo más debemos esperar para que el Gobierno ofrezca respuestas concretas? La falta de información confiable sobre el tiempo que durará esta crisis y sobre las estrategias para solventarla ha generado un vacío de confianza y un ambiente de desesperanza. Los ecuatorianos, no están dispuestos a seguir tolerando este abuso de paciencia que no lleva a nada. La paciencia tiene límites y, esos límites se están alcanzando.
En este momento, el pueblo ecuatoriano exige soluciones inmediatas. No solo se necesitan promesas, sino medidas concretas y efectivas para restaurar el servicio de manera estable y predecible. El costo de esta crisis no solo lo pagan los ciudadanos, sino también la economía, que se ve afectada en todos sus niveles. Los emprendedores, las pequeñas y medianas empresas, las grandes industrias y las familias de todo el país están pagando el precio de una gestión ineficiente y de decisiones erróneas que hoy nos han llevado a esta situación límite. Por eso el Ecuador no debe normalizar los apagones.