OPINIóN

Editorial: Un año de Daniel Noboa


Tras un año de su llegada al poder, el presidente Daniel Noboa enfrenta el escrutinio de un país que depositó en su liderazgo la esperanza de estabilidad y progreso.

Tras un año de su llegada al poder, el presidente Daniel Noboa enfrenta el escrutinio de un país que depositó en su liderazgo la esperanza de estabilidad y progreso. Su gestión, marcada por desafíos políticos y económicos, muestra más debilidades que fortalezas y que deben ser evaluadas con la mayor objetividad posible.

No hay que desconocer que el primer mandatario tiene un respaldo de la población joven pero que deberá capitalizarla en la práctica.

Uno de los errores que le cuesta reconocer al actual régimen es lo acontecido con la vicepresidenta Verónica Abad. Más allá de los apasionamientos políticos, no se puede pasar por encima de la Constitución, además que le ha costado promover mesas de diálogo, que sí las hubo con Lenín Moreno y Guillermo Lasso, pese a sus nefastas administraciones.

El Gobierno de Noboa también ha tropezado con serios desafíos. La inseguridad sigue siendo un problema crítico que afecta la calidad de vida de los ecuatorianos. Pese a las inversiones en seguridad y los acuerdos internacionales para combatir el crimen organizado, los resultados han sido insuficientes para reducir el temor en las calles.

Por otro lado, está la peor crisis energética que ha sufrido el país y que ha ocasionado cuantiosas pérdidas en los sectores productivos, sin saber, hasta ahora, a ciencia cierta cuándo terminarán los apagones. A eso se suma la falta de avances significativos en educación y salud pone en entredicho su promesa de garantizar bienestar social.

Otro punto débil ha sido la percepción de lentitud en la ejecución de políticas públicas, lo que ha generado frustración entre quienes esperaban un cambio más tangible. Este aspecto ha alimentado críticas sobre su capacidad para liderar con firmeza y rapidez en momentos de crisis.

El primer año de Daniel Noboa refleja un gobierno con potencial, pero todavía lejos de consolidar una gestión transformadora. El presidente candidato tiene la difícil misión ahora de recuperar el terreno perdido si es que busca reelegirse, caso contrario, el no rectificar lo podría dejar fuera de la segunda vuelta.