CIUDAD

TEOLOGÍA DE LA CALLE El sexto mandamiento: Fundamentos bíblicos y doctrinales


El inicio de una nueva etapa para participar con mayor plenitud y gozo del misterio pascual.

Padre. Vicente Aníbal Romero Peña

En este tiempo de cuaresma, que está enmarcado en el año jubilar peregrinos de esperanza, vamos a compartir este tema para una formación integral de las personas.

1. Introducción: Una

Llamada a la Reflexión

Antes de comenzar, hagámonos algunas preguntas fundamentales: ¿Qué significa realmente vivir la pureza en un mundo que promueve lo contrario? ¿Cómo nos llama Dios a integrar nuestra afectividad y sexualidad dentro de su plan de salvación? ¿Somos conscientes de que la castidad no es una simple prohibición, sino una forma sublime de amar con un corazón indiviso?

El sexto mandamiento – “No cometerás adulterio” (Éxodo 20,14) – es mucho más profundo de lo que parece. No solo se trata de evitar actos desordenados, sino de vivir nuestra vocación al amor con un corazón puro, libre y entregado a Dios y a los demás. Este mandamiento abarca nuestra identidad, nuestra dignidad y nuestra relación con Dios.

2. Fundamentos Bíblicos:

La Afectividad en el Plan de Dios

Desde el inicio, Dios creó al hombre y a la mujer con un propósito de amor y comunión. En Génesis 1,27-28 leemos: “Dios creó al ser humano a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: ‘Sean fecundos y multiplíquense’”. Aquí encontramos dos verdades fundamentales:

La sexualidad humana es un don de Dios, inscrito en nuestra naturaleza.

Estamos llamados a vivirla conforme a su designio de amor, con fidelidad, entrega y apertura a la vida.

Jesús, en el Evangelio, eleva esta enseñanza al nivel del corazón: “Ustedes han oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio’. Pero yo les digo que quien mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón” (Mateo 5,27-28). Cristo nos llama a una pureza integral, no solo de actos, sino de pensamientos y deseos.

3. Doctrina de la Iglesia:

Castidad, Amor y Libertad

El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC 2337) nos enseña que la castidad “significa la integración lograda de la sexualidad en la persona y, con ello, la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual”. No es solo abstención de ciertos actos, sino una virtud que ordena toda nuestra afectividad al amor verdadero.

San Juan Pablo II, en su Teología del Cuerpo, nos explica que la sexualidad está llamada a ser una expresión del amor oblativo, es decir, del don total de uno mismo. Aquí está el gran desafío: en un mundo que banaliza el cuerpo y lo reduce a un objeto de placer, el cristiano está llamado a redescubrir la belleza del amor puro.

4. Pecados Contra el Sexto

Mandamiento: Desafíos Actuales

La cultura contemporánea enfrenta grandes desafíos en este ámbito. Entre los pecados contra el sexto mandamiento (CIC 2351-2356), encontramos:

La fornicación: Relaciones sexuales fuera del matrimonio que desvirtúan el verdadero sentido del amor.

La pornografía: Una esclavitud moderna que desfigura la dignidad humana y atrapa en la lujuria.

La infidelidad conyugal: Una traición al pacto de amor que hiere profundamente a las familias.

La masturbación: Un acto egoísta que impide el verdadero don de sí.

El Papa Francisco nos exhorta a no ver estas caídas solo como “pecados”, sino como heridas que necesitan ser sanadas por el amor y la misericordia de Dios.

5. Educación Afectivo-Sexual en

la Catequesis: Estrategias y Principios

En la catequesis, debemos educar a los niños, jóvenes y adultos en una visión sana de la sexualidad. San Juan Bosco decía: “El demonio no teme tanto los rezos como la educación cristiana de los jóvenes”. Algunos principios clave para esta formación son:

Educar en la dignidad del cuerpo y del amor verdadero: Explicar que el cuerpo es “templo del Espíritu Santo” (1 Corintios 6,19).

Acompañar con misericordia: No condenar, sino ayudar a sanar y orientar.

Testimonio personal: Los catequistas deben vivir lo que enseñan.

6. La Espiritualidad del Catequista:

Viviendo la Pureza y

el Amor en la Misión

Para enseñar sobre la pureza, debemos vivirla. San Agustín nos recuerda: “Ama y haz lo que quieras”. Si realmente amamos a Dios, nuestro corazón será puro y nuestros actos reflejarán ese amor.

Tres pilares para vivir la castidad como catequistas:

Oración constante: Pedir a Dios un corazón puro (Salmo 51,12).

Sacramentos: La Eucaristía y la Confesión nos fortalecen en la batalla espiritual.

Fraternidad: Apoyarnos en la comunidad cristiana para perseverar.

7. Conclusión:

Un Llamado a la Santidad

Terminemos con una pregunta personal: ¿Estoy dispuesto a vivir el amor como Dios me lo pide? No es fácil, pero es posible con su gracia. Como decía Santa Teresa de Calcuta: “La pureza es el mejor regalo que podemos ofrecer a Dios”.

Pidamos a la Virgen María, modelo de pureza y amor, que nos ayude a vivir según el corazón de Cristo. Amén.