
El simple nombre de Erik Prince es controversial. Y los motivos sobran: sus métodos y sus formas para actuar contra el crimen demandan de múltiples observaciones en las naciones donde ha actuado con la empresa que dirige y en el Ecuador, todavía no actúa, pero ya hay cuestionamientos hacia su presencia en la nación. Desde el correísmo nacen las principales críticas y van desde epítetos como “mercenario” hasta acusaciones como las emitidas por Diosdado Cabello, ministro del Interior del chavismo, quien está muy pendiente de lo que ocurre en nuestra nación, como probablemente también lo están otras naciones del continente.
La reacción de la revolución ciudadana es furibunda. Es indudable que tiene mucho que ver el golpe de efecto que genera la presencia de Prince en la víspera electoral. Desde el temor de que la llegada del asesor de seguridad incida en el voto de los indecisos, pasando por la preocupación de una eventual criminalización sin pruebas de habitantes de los suburbios costeños, hasta quienes más bien están preocupados por la repercusión que pueda ocasionar esta presencia con un eventual recrudecimiento de la violencia.
Múltiples son los ejemplos de que la violenta represión contra la delincuencia acarrea por antonomasia más violencia. Sin embargo, el Ecuador está en un nivel de criminalidad que requiere de represión vehemente, acometida furibunda y estratégica contra el crimen organizado, para dar un mensaje claro y firme; y en paralelo buscar el combate contra estas estructuras delictivas, a partir de acciones estatales integrales que reduzcan las brechas de desigualdad, la pobreza, que combata las actividades ilícitas que financian estas bandas, así como otras aristas para reducir la desocupación mediante la generación de empleo y garantizar el acceso a educación pública gratuita en distintos niveles: primaria, secundaria y universitaria.Los ecuatorianos esperan que la presencia de Prince traiga resultados positivos para todos. A su vez, es necesario entender que estamos en guerra contra los grupos de delincuencia organizada y por esa razón, es urgente tomar también recaudos, pues así como estas organizaciones delictivas no dudan en colocar bombas a locales comerciales o viviendas, a partir de ahora deben también tener claro que desde el Estado no habrá contemplación de ninguna índole. Es necesaria la acción. Solo resta identificar muy bien cuáles son esos ecuatorianos que se niegan a esta lucha firme contra las guerrillas urbanas.
