OPINIóN

El mundo despidió al papa del pueblo


El mundo despidió este sábado al papa Francisco con un funeral que, más allá de la solemnidad del rito, fue una celebración de su legado como pastor de los humildes.

El mundo despidió este sábado al papa Francisco con un funeral que, más allá de la solemnidad del rito, fue una celebración de su legado como pastor de los humildes. Líderes mundiales, fieles de todos los rincones del planeta, migrantes y marginados se unieron para rendir homenaje a un pontífice que cambió la manera de ser papa: más cercano, más humano y más comprometido con los que no tienen voz.

La misa celebrada en la Plaza de San Pedro reunió a unas 250.000 personas en un día que, paradójicamente, debía estar dedicado a los jóvenes en el marco del Año Santo. Y fueron justamente los jóvenes quienes imprimieron un tono festivo al adiós. Selfies, cantos y lágrimas se entremezclaron mientras el sencillo ataúd de Francisco, elaborado de madera humilde, era llevado fuera de la basílica. Esa humildad fue parte central de su mensaje: un papa no es un príncipe, sino un servidor.

El cardenal Giovanni Battista Re lo describió con justicia como “el papa del pueblo”, destacando su estilo informal y su preocupación por los más vulnerables. Francisco fue un líder espiritual que no temió poner el foco en las periferias del mundo. Desde su misa en la frontera entre EE. UU. y México hasta su visita a los refugiados en Lesbos, hizo visible lo invisible.

El contraste entre su cercanía a los marginados y la presencia de más de 60 líderes mundiales en su funeral, incluidos Trump, Zelenskyy, Noboa y Guterres, reafirma el alcance universal de su figura. Incluso los poderosos quisieron despedirse del papa que incomodó a muchos, pero que conquistó corazones con su coherencia y humanidad.

Francisco preparó su propio funeral, simplificando los rituales para reflejar su visión de una Iglesia menos ostentosa y más entregada. Su descanso final fue en la basílica de Santa María la Mayor, el lugar donde tantas veces rezó en silencio por el mundo.

Hoy el mundo no solo despide a un papa, sino a un símbolo de esperanza, de diálogo y de compasión. Su legado seguirá guiando a quienes creen que una Iglesia pobre para los pobres no es una utopía, sino un mandato evangélico.