Cada 3 de mayo se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa, una fecha que nos invita a pensar en la importancia de que el periodismo sea realmente libre.

Cada 3 de mayo se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa, una fecha que nos invita a pensar en la importancia de que el periodismo sea realmente libre. No se trata solo de permitir que los medios informen, sino de garantizar que lo hagan sin miedo, sin presiones y con independencia. Una sociedad informada es una sociedad más justa, y eso solo se logra cuando hay libertad para contar lo que pasa, aunque incomode al poder.
En Ecuador, según Reporteros Sin Fronteras (RSF), hubo una mejora importante en el ranking mundial de libertad de prensa en 2025, subiendo del puesto 110 al 94. Sin embargo, esto no significa que la situación sea buena. Los periodistas siguen enfrentando amenazas, agresiones e incluso asesinatos. El caso de Patricio Aguilar Vásquez, periodista asesinado en Esmeraldas, lo demuestra. Además, muchos comunicadores han tenido que irse del país por temor a represalias.
Otro problema grave es la presión económica. Muchos medios tienen dificultades para sostenerse. La concentración de medios en pocas manos, la falta de recursos y la dependencia de la publicidad oficial debilitan la independencia editorial. Cuando los medios deben complacer a quienes los financian, corren el riesgo de dejar de lado su compromiso con la verdad.
También preocupa el uso de leyes para controlar la prensa de forma indirecta. En varios países de la región, como Nicaragua o Perú, las normativas limitan la ayuda internacional a medios y organizaciones sociales, lo que reduce aún más su capacidad de operar libremente.
Pese a todo esto, el periodismo sigue siendo clave en la lucha contra la corrupción y en la defensa de los derechos ciudadanos. A menudo, son los periodistas quienes destapan casos que afectan a toda la sociedad, incluso poniendo en riesgo su vida.
La libertad de prensa no es solo un derecho de los periodistas, sino de toda la sociedad. Sin ella, no hay democracia real. Por eso, debemos cuidarla, protegerla y exigir al Estado que la respete. Solo así podremos vivir en un país más justo, donde la información sirva para construir un futuro mejor.
