La configuración de la nueva Asamblea Nacional representa apenas el primer desafío en esta travesía por el valle de las sombras.

La configuración de la nueva Asamblea Nacional representa apenas el primer desafío en esta travesía por el valle de las sombras. Después de la posesión de los asambleístas, el camino se bifurcará: por un lado, la posibilidad de reformas constitucionales vía enmienda; por otro, un nuevo proceso constituyente similar al de 2006-2008. El Ejecutivo deberá decidir qué rumbo tomar.
Fuentes gubernamentales indican que se están evaluando las alternativas más convenientes según el pulso político actual. El gobierno de Noboa cuenta con legitimidad tras las elecciones generales de 2025, dispone de una bancada oficialista robusta, goza del respaldo del sector exportador, tiene capacidad de negociación sobre los GAD’s más importantes del país (Guayaquil y Quito), y ha recibido reconocimiento oficial de países como Brasil y Estados Unidos. Alternativamente, podría optar por enmiendas constitucionales, un camino menos accidentado pero igualmente incierto debido a la composición parlamentaria.
Ecuador en la oscuridad
El gobierno está conduciendo al país por un valle de sombras sin que exista un temor evidente. Los ciudadanos avanzan con un velo que les impide ver más allá del horizonte inmediato, pero lo hacen con una confianza inquietante. La alegoría bíblica del valle de sombra de muerte (Salmo 23) suponía que el caminante no temería mal alguno porque Dios lo acompañaba. En el caso ecuatoriano, ¿quién o qué acompaña al país en este tránsito incierto?
La incertidumbre política, lejos de generar temor, parece haber normalizado la inestabilidad como forma de gobierno. Ecuador camina por su valle de sombras con una mezcla de esperanza y resignación, sin cuestionar demasiado hacia dónde lo conducen sus líderes. Mientras tanto, los dos poderes del Estado —Ejecutivo y Legislativo— operan en una zona gris donde las alianzas son efímeras y los proyectos de largo plazo escasean. En este escenario, la única certeza parece ser la incertidumbre misma. Ecuador atraviesa su valle de sombras mientras sus ciudadanos esperan, quizás demasiado confiados, que al final de este camino difuso se encuentre la luz de la estabilidad política y el desarrollo económico que tanto han anhelado.
