OPINIóN

¿Por qué la Salud?




Por el año 1940, cuando Ecuador era esencialmente agrícola y el mundo se precipitaba en los abismos del belicismo, tuvo mucho impacto la propuesta de Abraham Maslow, estadounidense precursor de la Psicología humanista, relacionada con la estructura piramidal de cinco categorías de necesidades, donde las tres primeras: fisiológicas, de seguridad y de convivencia, tenían que satisfacerse para desear las dos cimeras: reconocimiento y autorrealización.

Épocas de pobreza generalizada, incipientes índices de industrialización y comercio, costumbres tradicionales y analfabetismo arrollador, entre otras carencias, justificaban la motivación por supervivir, defenderse e interactuar con familiares, vecinos y amigos.

Ahora, después de tantos cambios transformadores, la disponibilidad del conocimiento, la desbordante oferta de bienes y servicios, el poder de la economía y de los medios de producción, deberíamos disfrutar no sólo de las necesidades planteadas en el siglo pasado sino de todas las adheridas en los avances de la civilización.

Pero, aunque los desafíos son intrínsecos del desarrollo, los requerimientos desatendidos, las crisis acumuladas, el auge de la discriminación y el cinismo de aquellos que oprimen en vez de liderar, unido al galopante analfabetismo funcional y al ocio que impide desaprender para volver a aprender y seguir aprendiendo, nos empujan a retroceder, lo cual es peor que detenerse.

En efecto, el empobrecimiento se acelera, las oportunidades de trabajar se extinguen, el retorno a formas precarias de vivir no es extraño, el miedo atolondra y, el pueblo está enfermo, tanto en lo fisiológico como en lo mental y social.

Por eso, la salud merece atención urgente y cabal del Estado, de la sociedad, de la familia y de cada persona. Un sistema de salud publica que garantice atención a primaria oportuna, seguridad sanitaria integral, acceso sin excusas a los medicamentos prescritos, educación nutricional y cero tolerancia en la entrega de productos alimenticios y farmacéuticos caducados o lesivos.

Por supuesto, también el ciudadano, individualmente, debe activar sus capacidades y valores dando prioridad a vivir y trabajar con salud.