OPINIóN

Editorial: Una posesión con solo dos presidentes


La posesión presidencial de Daniel Noboa, este 24 de mayo, estará marcada por una paradoja: un alto número de delegaciones internacionales —93 en total—, pero solo dos presidentes confirmados.

La posesión presidencial de Daniel Noboa, este 24 de mayo, estará marcada por una paradoja: un alto número de delegaciones internacionales —93 en total—, pero solo dos presidentes confirmados. La presidenta de Perú, Dina Boluarte, y el mandatario colombiano, Gustavo Petro, serán los únicos jefes de Estado presentes en una ceremonia que debería ser un momento de alta proyección diplomática para el país.

Es cierto que se contará con vicepresidentes, cancilleres y ministros de diversos países, así como representantes de organismos multilaterales. Sin embargo, la escasa presencia de presidentes en funciones refleja un hecho que no puede pasar desapercibido: la limitada influencia regional e internacional que hoy tiene el Ecuador, o al menos la distancia con la que algunos gobiernos observan el segundo mandato de Noboa.

El caso más llamativo es el de Gustavo Petro. El presidente colombiano asistirá pese a haber cuestionado abiertamente los resultados de la elección ecuatoriana y el estado de excepción que decretó Noboa en campaña. ¿Qué lo hizo cambiar de postura? ¿Un gesto diplomático o una necesidad geopolítica? La respuesta aún está en el aire.

Por otro lado, el gesto del presidente estadounidense Donald Trump de enviar a Robert Kennedy Jr. —secretario de Salud y cercano a la familia Noboa— es simbólico, pero no alcanza el peso de una visita presidencial. Tampoco lo hacen los cancilleres ni los ministros enviados por potencias como China, Brasil o España.

La investidura presidencial es una vitrina internacional. Lo que se ve desde afuera dice mucho sobre cómo el mundo percibe al país. Y en esta ocasión, esa mirada es cautelosa, incluso fría.

El Gobierno tiene un reto mayúsculo: recuperar la confianza a nivel internacional, fortalecer los lazos regionales y demostrar que Ecuador no es una isla política ni un país bajo sospecha. La posesión debe ser un espacio para afirmar liderazgos y proyectar estabilidad. En lugar de eso, deja la sensación de que la comunidad internacional observa con prudencia, y quizá con reservas, el rumbo que tomará el Ecuador bajo la administración del presidente Daniel Noboa.