María del Cisne Chimbo Apolo

En Ecuador, la educación pública está atravesando una crisis profunda y duradera. A pesar de los derechos constitucionales, su acceso y calidad todavía se caracterizan por la desigualdad, el abandono y la devaluación del papel de la enseñanza. Lo más serio es que esta situación se ha generalizado que muchos lo consideran una realidad inevitable. Pero no lo es.La crisis tiene varias causas. Primero, la falta de inversión pública ha empeorado miles de infraestructuras escolares, muchas de las cuales carecen de servicios básicos, como el agua potable o la conexión a Internet. Aunque la Constitución indica que al menos el 6% del PIB debe recibir educación, este objetivo no siempre se logra o es efectivo. En segundo lugar, la formación y condiciones laborales del magisterio han sido sistemáticamente descuidadas. Los maestros enfrentan salarios bajos, baja educación y carga de trabajo excesiva. Esta realidad afecta no solo a su bien, sino también a la calidad de la capacitación que pueden ofrecer. ¿Cómo puede esperar excelencia de un sistema que abusa de sus errores básicos?. Otro factor preocupante es el grado de abandono escolar, especialmente en las zonas rurales y indígenas, donde a menudo la única opción es a veces la educación pública. La pandemia Covid-19 empeoró esta situación, dejando a cientos de miles de estudiantes fuera del sistema educativo, muchos de ellos, sin regresar a las clases. Además, una brecha digital y tecnológica que limita seriamente las oportunidades de aprendizaje. En la era de la información, hay estudiantes que aún no han tenido contacto con una computadora o conexión a Internet. Sin embargo, la crisis no es irreversible. Para superar esto, se necesita una verdadera voluntad política y una visión de país centrada en el desarrollo humano. El futuro de Ecuador no se puede construirse sin una educación pública fuerte, inclusiva y de calidad. Reconocer la crisis es el primer paso. La decisión es la siguiente. Dado que la educación no es gastos: es la inversión más urgente y estratégica que el estado puede hacer.
