OPINIóN

Tímidos avances


Rosalía Arteaga Serrano

Concluyó la COP 26, la cumbre de Glasgow, en donde desfilaron muchos jefes de estado, infinidad de delegaciones, para hablar sobre un tema tan grave como la crisis climática, así como las consecuencias que de ella se derivan y que ya son visibles en buena parte del mundo.

Derretimiento de glaciares, elevación del nivel de las aguas del mar, desaparición de islotes e inclusive de islas habitadas, mayor fuerza en huracanes y tifones, agostamiento de los suelos, desertificación, escasez de agua de calidad para consumo humano, falta de agua para regadío, presión sobre los recursos hídricos… todo ello son indicadores reales de que nos encontramos en zona de peligro.

Frente a ello, parecería que es la juventud la más motivada, la que deja oír su voz en foros y en protestas en las calles, para que se tomen medidas que realmente impacten en el medio y se pronuncian por el activismo frente a la inacción de muchos gobiernos.

Si bien se mantiene en la declaración de Glasgow el objetivo de que la temperatura global no aumente por encima de 1,5 grados centígrados, sin embargo, no se está enfatizando en la necesidad de reducir el uso de los combustibles fósiles, que son en buena medida el origen del calentamiento global.

Habrá que ver cómo instrumentan los países las decisiones tomadas, hay algunos que sostienen compromisos más firmes y llevan la delantera en la lucha contra el calentamiento global, pero son los países mayormente responsables de la crisis climática, los que demuestran más debilidad a la hora de tomar medidas que afecten a sus economías.

La pandemia alteró las economías y también el comportamiento de muchos, las noticias sobre nuevas cepas del coronavirus nos sobrecogen pero tampoco podemos descuidar lo que es tan evidente como las alteraciones climáticas que nos pueden conducir a la gran catástrofe.