
La situación de violencia que vive el país de forma general y Machala en particular, no solo que conforme avanzan los días resulta más recia y cruda, sino que, además, al ritmo que progresa la ola de sangre derramada a causa de sicariatos promovidos, en su mayoría, por quienes se dedican al narcotráfico, hace pensar y suponer que este problema es irreversible. ¿Cómo remediar lo que estamos viviendo?, ¿reforzar y tecnificar a la Policía, Fuerzas Armadas, sistema carcelario y aduanero, puertos y aeropuertos será suficiente?, ¿Depurar jueces y fiscales, así como los denominados narco generales y redoblar controles para evitar el narcofinanciamiento de campañas electorales bastará para devolver la paz a los ecuatorianos? Es verdad que resulta urgente, para el gobierno que llegue, contar con asesoría y acompañamiento internacional para resolver el problema, pero, ¿estará dispuesto el nuevo mandatario o mandataria a poner en marcha un auténtico plan de pacificación nacional?
La situación en el Ecuador está tan compleja que, ni siquiera, pactar con las mafias, como propone Andrés Arauz, será suficiente, porque existen tantos grupos delictivos organizados con sus respectivas facciones, que la conversación no solo se limita a esas bandas locales. Lamentablemente, estamos hablando de carteles internacionales de droga instalados en el país y que buscan en estos GDO locales sus brazos operativos; y el que no quiere subordinarse, se atiene a las cruentas consecuencias que observamos cada día y en ese amedrentamiento caen también inocentes. Se necesitan políticas integrales de seguridad, cuyo combate requiere la decisión implacable de quienes estén al frente de las diferentes funciones del Estado, porque no solo se debe reprimir al delincuente, sino, también, erradicar sus tentáculos de la función pública y evitar que financien emprendimientos privados, porque también hay quienes, a falta de empleo, emprenden y de pronto, son visitados por quienes anhelan blanquear capitales. La ausencia del Estado permite todo estas estas degeneraciones del sistema. Cada vez menos ciudadanos confían en el Estado, por eso, pocos denuncian. ¿Para qué van a denunciar?, ¿Qué logran con que atrapen a un delincuente, si hay 30 más de la misma banda en las calles? La ineficiencia por la ineptitud estatal y la corrupción de malos funcionarios, derivan en todo este caos.
