OPINIóN

Carta a la juventud aspirante a los GDO


Diego A. De la Rosa Bermúdez

Hola. Al igual que usted, soy una parte anónima de esta sociedad injusta e inequitativa, en que unos pocos se quedan con la riqueza de la mayoría. Con la diferencia que, usted quiere combatir el orden establecido mediante el robo, asesinato, extorsión y tortura. De forzar una redistribución ilícita de la riqueza, como en tiempos antiguos, en que el hombre fue el lobo del hombre. Precisamente, para eso surgió el Estado, para otorgar bienestar social y seguridad pública. De otro modo, los gobernantes son simplemente un grupo de privilegiados que nos vacunan legalmente con impuestos, sin cumplir su objetivo y robándose el dinero en complejos procedimientos contractuales, donde tres abogados (juez, fiscal y defensor) tienen cuatro criterios distintos.

No cabe duda que, los Grupos de Delincuencia Organizada (GDO) son eficaces. Si Alfaro Vive Carajo (AVC) hubiera tenido sus recursos y logística, ya fuéramos una república socialista soviética en sentido estricto. Pero, como el descontento popular excede los relatos de los vencedores, sucede que, los policías y militares que antes sembraban terror en el corazón de los rebeldes y excluidos, ahora son el enemigo que miran a nivel. Por ello, no pretendo convencerte de que tu camino es equivocado. Eso lo decides tú. Ojalá no sea en el último segundo, cuando en medio del miedo y el dolor, la respiración se detenga. Ante ello, la palabra sagrada nos advierte: “Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no consientas. Si dijeren: Ven con nosotros; pongamos asechanzas para derramar sangre. Acechemos sin motivo al inocente; los tragaremos vivos como el Seol (…) Hallaremos riquezas de toda clase. Llenaremos nuestras casas de despojos. (…) Hijo mío, no andes en camino con ellos. Aparta tu pie de sus veredas. Porque sus pies corren hacia el mal, y van presurosos a derramar sangre. (…) Pero ellos a su propia sangre ponen asechanzas, y a sus almas tienden lazo. Tales son las sendas de todo el que es dado a la codicia, la cual quita la vida de sus poseedores. (Proverbios 1:10-19)