Diego A. De la Rosa Bermúdez

Vivir es elegir en forma continua. La angustia de vivir es esa silenciosa ansiedad detrás de cada decisión importante. En la que seguir el camino de la palabra sagrada es garantía de vida y prosperidad; pero, por lo angosto de su senda, a veces, es cambiada por el ancho camino del hombre. Donde privatizar la ganancia y socializar las pérdidas es lo que ha caracterizado la historia de los pueblos. Así, suerte, azar, gracia y bendición, son significantes que expresan el favor del destino en nuestras decisiones. Y aunque hay villanos que triunfan, se sabe que al malo lo mata la maldad.
Pero debe considerarse que, no es lo mismo ser militar o civil. Ni ser pobre o rico. Ni ser estudiante o profesional. Ni ser obrero o empresario. Ni ser burócrata o comerciante. Aunque somos iguales en derechos, somos diferentes en nuestro compromiso con la sociedad. En los roles sociales que nos exigen las leyes, en función de nuestro estatus. Mientras unos deben renunciar al lucro por el servicio público, otros deben competir por la plusvalía. Mientras unos deben obedecer y matar al enemigo, otros deben trabajar o emprender negocios sin uso de la violencia (salvo, legítima defensa).
Planteada así la diferencia, aparece el escenario actual en toda su complejidad: Una búsqueda inacabada de la armonía, donde un nuevo periodo presidencial, en medio de la mayor crisis de seguridad interna de la historia republicana, es la oportunidad de políticos, fuerza pública, burócratas, empresarios, dirigentes y ciudadanos, para construir un lugar más seguro y próspero. Un paso para cambiar nuestro destino, es acabar con esa ilegalidad (y majadería) de las deliberaciones a puerta cerrada, para decidir temas públicos, presupuesto o impuestos. La prensa independiente, la asamblea local ciudadana y cuanta persona natural o jurídica lo estime conveniente, debe poner en evidencia a quienes traicionen los altos intereses del pueblo. Para la construcción de la memoria histórica. También ayudaría transparentar y simplificar la contratación pública. Caso contrario, la frivolidad y el silencio dará lugar a la perpetuación de lo mismo de siempre.
