Cristhian Reyes Alvarado

Para entender a Rousseau es necesario imaginar a los seres humanos sin sociedad. En dicho escenario, el suizo sostuvo que, sin sociedad los seres serían felices y tranquilos, satisfechos con su estado de naturaleza. Lo cierto es que ese estado natural quedó significativamente anulado por la creación de una sociedad civil, y, en especial, por el surgimiento de la propiedad privada. Cuando aparece la propiedad privada, automáticamente en la sociedad se crea una división: entre los que tienen bienes y los que no; momento en que la propiedad privada (concepto, aprobación intersubjetiva, posesión-acción) se apodera de los seres humanos, quienes impulsados por los deseos, la envidia, el orgullo y la ambición, se enfrentan unos a otros con el afán de riqueza e influencia. De acuerdo con Rousseau, el contrato social (constitución) era un mecanismo de coacción de los ricos hacia los pobres; no existía posibilidad alguna de que los pobres estuvieran a favor de un contrato social que perpetuara la desigualdad. Por lo tanto, las sociedades no se forjaron en un estado de naturaleza, legitimadas por la evolución de las épocas; sino más bien, se fundaron después de abandonar el estado de naturaleza y de formalizarse los derechos de propiedad, con sus respectivas consecuencias. Una vez dispuestos los derechos de propiedad, iban a originarse conflictos por la distribución de los mismos. De esta forma la sociedad civil y la propiedad privada conducían a la guerra, y el Estado era el actor indispensable para librarla. Por esa razón, el pensamiento político suizo define como gobierno legitimo a todo aquel que concede la mayor libertad que se pueda obtener en el estado de naturaleza. Para garantizar dicha libertad, la sociedad debe gozar de igualdad; sin embargo, Rousseau planteó que la abolición total de la propiedad privada atentaría contra ambos principios, y que su atribución moderada era capaz de aumentar la libertad. La solución de Rousseau al problema político recae en: 1. Estudiar y modelar a partir del estado natural del ser humano; 2. La creación de asambleas generales, capaces de delegar las tareas al gobierno.
