OPINIóN

Editorial: El trabajo por horas


Uno de los clamores de los ecuatorianos hacia el gobierno es generar plazas de trabajo. El régimen dice tener la fórmula del éxito: regular jornadas laborales menores a cuatro horas.

Uno de los clamores de los ecuatorianos hacia el gobierno es generar plazas de trabajo. El régimen dice tener la fórmula del éxito: regular jornadas laborales menores a cuatro horas. El problema es que son decisiones radicales a las que los fundamentalistas se oponen por distintas razones. Válidas cada una de ellas, como también es válida la intención gubernamental de buscar mecanismos apropiados que estimulen al empresariado a incorporar talento humano a sus organizaciones.

Las decisiones generan reacciones. Si el régimen no sociabiliza como corresponde estos cambios que pretende poner en marcha, será muy difícil impedir una ola de reclamos de distintos sectores, en especial, de sindicalistas y organizaciones sociales, y también sectores políticos de oposición, que implican un desgaste evitable.

El sector empresarial, probablemente, aproveche la oportunidad que le genera el Estado para aumentar su nómina, sin embargo, no es lo ideal, porque lo idóneo es que se generen oportunidades para trabajos de 40 horas semanales por salarios, al menos, básicos unificados, con afiliación al seguro social y demás beneficios de Ley y hacia allá debe apuntar el régimen. Y para el efecto, es necesario estimular a quienes generan empleo, y también, desde el Estado, estimular la obra pública que deriva en nuevas oportunidades laborales. Todo eso se lo logra con plata.

El Gobierno están a la espera del primer desembolso del Fondo Monetario Internacional, el cual no llegará, probablemente, hasta que se cristalicen los cambios laborales. Ahora, cabe mencionar que estas modificaciones, no solo buscan darse para estimular la generación de empleo, sino para inyectar capital fresco al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, cuya receta de salvataje también la propinó el FMI. En lugar de buscar más confrontaciones a base de imposiciones, es momento que el gobierno abra el abanico del diálogo, concilie diferencias con los sectores populares y construya a partir de allí ese nuevo Ecuador que ofreció. Un país propositivo, que a base de diferencias halle salidas históricas que han sido difíciles de encontrar.

El país necesita liderazgos pacificadores que permitan tender puentes entre todos los sectores, para reactivarnos, pero, sobre todo, reconciliarnos como compatriotas, con la mente puesta en un mejor del país. Para ello, hay que desarrollar una mayor empatía con los ciudadanos, porque es evidente que el temor surge a partir del desconocimiento, la desconfianza generada por regímenes anteriores, y la confusión provocada por sectores antagónicos.